Puerto Natales

Puerto Natales

jueves, 20 de diciembre de 2012

Confieso que he vivido


El título que le he dado a esta entrada es el que le dio Pablo Neruda a sus memorias y resume de forma magistral, en cuatro palabras que son poesía en estado puro, lo que a continuación intentaré expresar.

En el momento actual, preparo mi vuelta a España. Tengo más experiencias que compartir, y lo haré en sucesivas entradas que completen mi visión de Chile. No obstante, creo que es un momento de reflexión y de palabras para los que han hecho posible esta maravillosa experiencia.

En primer lugar quiero mostrar mi agradecimiento al Grupo en el que trabajo, el Grupo Santander. En tiempos en los que el sector bancario mundial tiene su imagen muy deteriorada,  me siento orgulloso de pertenecer a una gran empresa, líder en fortaleza económica y que cuida del desarrollo, humano y profesional, de los que trabajamos en ella. Mis compañeros chilenos, han conseguido que me sintiera arropado y en todo momento han estado junto a mí para hacer de esta pasantía una vivencia enriquecedora e inolvidable.

En segundo lugar, a mi familia. Sin su generosidad, no me habría posible separarme de ellos durante este largo periodo de tiempo, habiéndoles negado mi compañía, aunque seguro que en algún momento disfrutaron de mi ausencia, para qué nos vamos a engañar. Me siento en deuda con ellos y procuraré compensarles.

Otra mención especial merecen mis compañeros de pasantía. Venidos de distintas partes del mundo, hemos compartido nuestras distintas formas de entender la vida y estado juntos en momentos maravillosos y en otros no tanto, aunque nunca faltó el apoyo y la sonrisa de los demás para el que no estaba en su mejor día. Baste decir que nos denominábamos “la familia”. Su recuerdo me acompañará allí donde vaya y estoy seguro de que nos volveremos a encontrar. Gracias por vuestra sonrisa, compañía y cariño y sólo siento no haberlo podido expresar en trece palabras, tope que nos poníamos en los correos electrónicos para los compañeros que no tenían el español como lengua materna.

He conocido personas acá que me han dado lecciones de vida que no olvidaré jamás. Luchadores, tenaces y hermosos por dentro, da igual las condiciones que les haya tocado vivir para dar lo mejor de ellas cada día. Gracias a su ejemplo, he renovado mi compromiso de tratar de ser mejor ser humano cada día. Siempre tendrán su lugar en mi corazón.

No he podido cumplir al cien por cien mis ambiciosas aspiraciones que declaré en mi primera entrada. Pero he conocido un país de belleza casi infinita, poblado de gentes afables y buenas. Chile tiene que ser un destino irrenunciable para todos aquellos a los que les gusta viajar y disfrutar de la naturaleza.

Regreso a mi España querida en uno de los momentos más complicados de las últimas décadas y de gran incertidumbre. Pero lo hago con las pilas cargadas, pleno de fuerza, de optimismo y de ganas de contribuir a que salgamos de este estado de tristeza colectiva que se adivina en la distancia.

Termino como empecé, con una frase de los sabios que además saben manejar el lenguaje. En este caso, es de R.M. Rilke:

 “Ningún poder de la tierra podrá arrancarte lo que has vivido”

Muchas gracias por estar ahí y os deseo de corazón que paséis Felices Fiestas y que se cumplan todos vuestros deseos en el 2013.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

La tristeza vaga por Santiago


Una de las cosas que me llamó la atención de mi primer contacto por Santiago fue el número de perros abandonados que te encuentras. Como si fuera el Madrid de los años sesenta, te cruzas con una gran cantidad de ellos, por corto que sea el paseo.



Por la mañana les ves moverse de forma cansina de donde pasan la noche, hacia el lugar en el que alguien les dará sobras o despojos para sobrevivir. Durante el día los ves dormir en cualquier parte, ajenos al bullicio de la gran urbe. No están especialmente delgados, pero sí sucios y con signos de echar de menos una larga visita al veterinario.




Me producen una enorme tristeza verlos todos los días vagando con la mirada perdida, en un lugar que no fue hecho para ellos, y casi, ni para los humanos. No obstante, recuerdo que en España se les recoge, como preludio de una muerte poco menos que segura, y no termino de ver con cuál de las alternativas me quedo. Desconozco si hay otras mejores que sean viables.



Pero, no todos provocan lástima. Me emociona ver muchas mañanas a uno en La Alameda, tan callejero como los demás pero majestuoso como pocos, acompañar con porte militar a una pareja de carabineros que regulan los inevitables tacos de las mañanas santiaguinas.
Desheredado de su destino, ese espléndido animal lleva en sus genes la estirpe de un príncipe, aunque la vida sólo le alcanzó para ser un mendigo. A pesar de ello, pasea con orgullo su condición y estoy convencido que muchos de los perros que duermen a cubierto y tienen garantizada una comida todos los días, le envidian sin saber a ciencia cierta por qué.

No tengo por menos que acordarme de las palabras que escribió Víctor Frankl: “El hombre es el ser que siempre decide lo que es”.
Nosotros no podemos elegir lo que nos pasa, pero sí podemos decidir cómo vivir lo que nos pasa.
Nuestro anónimo protagonista, como si quisiera llevarle la contraria al profesor, ha decidido ascender en la escala evolutiva y ser dueño de sí, a pesar de las circunstancias que le toca vivir.

P.D. Dedicado a quien fue mi amigo y compañero de juegos y paseos, cuya muerte he llorado más que la de muchos humanos.

Si…Piñón, ya salgo,…nos vamos… ¡de paseo!





miércoles, 31 de octubre de 2012

De pingüinos y otros animales simpáticos. Punta Choros y Reserva del Pingüino de Humboldt


Después de un día disfrutando de tierra y cielo, paisajes y estrellas, hoy me encamino a descubrir vida animal salvaje en Punta Choros, donde está la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt.
Pingüino de Humboldt
 Se creó en la década de los ochenta para proteger a este simpático animal cuya población había descendido drásticamente por la caza indiscriminada del hombre y el deterioro de su hábitat natural. La reserva está a 120 km. de La Serena, y los cuarenta últimos es una polvorienta pista de gravilla, pero lo suficientemente plana como para no descoyuntarse demasiado. Mientras la recorríamos, pudimos observar guanacos, camélido salvaje como la vicuña, que no se dejó domesticar como sus primas la alpaca y la llama. Al ver los cerros desnudos, semidesérticos y sólo poblados de inmensos cactus, uno se pregunta cómo pueden alimentarse en este entorno tan hostil.
Guanacos
 Llegamos al embarcadero y a pesar de la temperatura cálida que hacía, observé que el guía cogió del autobús un abrigo impermeable. Allá donde fueres, haz lo que vieres, me dije, y aún a riesgo de ir cargando con ella, hice lo mismo. ¡En buena hora! A pesar de la temperatura exterior, la brisa marina era fría y el sitio que elegí, a babor y bastante adelante, era idóneo para empaparse con el agua que levantaba la barcaza. Total, que con la capucha puesta y la cremallera cerrada hasta los ojos, parecía más un expedicionario del Antártico que un excursionista a la búsqueda de amables pingüinos de clima templado.
Nuestro primer contacto fue con los delfines de nariz chata, hermosos animales que tanta afinidad despiertan al ser humano. Fue delicioso contemplarles nadando plácidamente y hasta alguno nos deleitó con sus acrobacias sacando todo el cuerpo del agua. No es seguro cruzarse con ellos, pero tuve suerte. Las embarcaciones sólo pueden seguirlos durante quince minutos, para no estresarlos y los guías son muy escrupulosos con el cumplimiento de toda la normativa.



 

Jorge era el nombre del que nos acompañó, y amablemente al finalizar el paseo me apuntó el nombre científico de algunos de los animales que vimos. Se nota que amaba su trabajo. Si vais a La Serena y queréis hacer alguna excursión, poneos en contacto con la agencia Ecoturismo.

Nuestra siguiente encuentro fue con los lobos marinos y en concreto una hembra alimentando a su cría.
Los machos son polígamos y conviven con unas diez o doce hembras hasta que un joven les desaloja del harén. Comer, dormir y cuidar el harén, no parece un mal plan, y descansan apaciblemente sobre las rocas, a pesar de que la embarcación se acerca apenas a tres o cuatro metros de ellos, tanto que hasta que te invade el fuerte olor que desprenden las algas adheridas a las rocas.




Tras observar varias docenas de ellos, nos encaminamos a buscar otro de los habitantes de este paraíso: el cormorán Lile. Destaca sobre las rocas por su pico y patas de color rojo.








También contemplamos el alcatraz piquero (Sulla variegata) que llama la atención por la robustez de cuello dotado para soportar las clavadas que hace sobre la superficie del mar para pescar hasta a tres metros de profundidad.



Por último, quedaba el pingüino que da nombre al parque. Lo divisamos en las orillas de la isla, éstos si, a cierta distancia. Nidifican en lo alto de las peñas por lo que cada vez que alimentan a las crías deben emprender el laborioso paseo de subir una cuesta bastante empinada con sus andares característicos. De tanto subir y bajar han dejado un camino que se observa desde la distancia.


Uno de sus depredadores es el lobo marino que habita junto a ellos y sorprende lo próximo que viven unos de otros. Sería emocionante ver al bicho de trescientos kilos de peso perseguir al torpe caminante, que en agua se transmuta en el más hábil nadador.

Por último, desembarcamos en la vecina isla Damas que tiene un par de playas de arena inmaculada y recorrí a pie un sendero que la circunvala, admirando la escasa vegetación compuesta en su mayoría de cactus.









Como siempre me sucede aquí en Chile, el viaje estuvo lleno de contrastes, que creo que es lo que mejor define a esta querida tierra.




sábado, 27 de octubre de 2012

Valle del Elqui: paleta de infinitos colores


De nuevo en camino esta vez en dirección norte.  Mi destino a 515 km  es La Serena y el valle del Elqui, comarca en que se cultiva la uva moscatel con la que se fabrica la bebida nacional: el pisco.

La carretera discurre en su mayor parte, al borde del mar, lo que permite disfrutar del maravilloso paisaje de una costa sin urbanizar repleta de acantilados y playas de arena blanca. El futuro turístico de este país es casi infinito. Ojalá no cometan los errores que se dieron es España y conserven la hermosura de los paisajes sin hollar. Está tan poco urbanizado de hasta hay un  dicho chileno: “Como de los Vilos a Tongoy: nada”. La distancia entre esas dos localidades es como de 300 km.

Después de seis horas de viaje tranquilo, con unas cuantas visitas a las bencineras, llegué a La Serena. Es un centro turístico a lo largo de una inmensa playa que conserva  el centro histórico con iglesias antiguas y una deliciosa plaza. Merece la pena darse un paseo y mezclarse con los lugareños que por la tarde abarrotan las calles principales.

A la mañana siguiente,  destino Cochiguaz,  diminuta localidad al fondo de un valle y que es centro de peregrinación de aficionados al esoterismo. Por el camino que sale de La Serena, vamos ascendiendo y los cerros van poco a poco abrazándonos y mostrando sus tonalidades que van del café al rojo pálido. Al comienzo el valle es amplio y toda la superficie está cubierta de vides que acababan de echar sus primeras hojas de ese verde tan fresco que las caracteriza.
Hago un alto en el camino y en lo alto de un cerro, colgado del azul profundo de este cielo privilegiado, se distingue una construcción humana. Sólo puede ser una en ese entorno tan inhóspito: el observatorio de Cerro Tololo,  que durante años tuvo uno de los telescopios con diámetro mayor del mundo (4 metros) y que se ha quedado como un bebé si se compara con los cercanos de Cerro Paranal (8 metros) y el proyecto que acaba de comenzar en el Cerro Armazones, que tendrá un espejo segmentado equivalente a 39 metros de diámetro. El avance tecnológico del hombre parece que no tiene fin.
Abandonamos el valle por donde discurre el Elqui y remontamos el pequeño rio Claro, que se alimenta de las nieves de los cerros más altos y de una caudalosa cascada que surge en mitad de una ladera. El borde de la capa freática húmeda es perfectamente identificable porque alberga árboles y vegetación en un ancho de unos diez o quince metros. Arriba o debajo de ella, con suerte, sólo crece algún cactus. Este recorrido es de una belleza singular.

Aquí el valle es muy angosto y en los cerros apenas crece  nada de forma natural, pero si se percibe la mano del hombre. Metro a metro, y con inclinaciones de hasta treinta grados, el agricultor le ha ido ganando espacio a la desnudez del cerro, y plantaciones de vides verdean las laderas antes de que aparezca, con brutal contraste, la tierra pelada. Por encima, el azul intenso y puro del cielo más claro del planeta completa esta paleta de una riqueza cromática sin igual.

Para completar este día de disfrute colorístico, faltaba uno: el color negro. Por la noche tenía contratada una visita al observatorio de Mamalluca, centro de divulgación de la observación astronómica que cuenta en sus instalaciones con varios telescopios de aficionado para completar con una cúpula con un telescopio S/C de 400 cm. de diámetro de los espejos que permite una observación fabulosa de los objetos de cielo profundo. Mamalluca está como a 10 km. de Vicuña, y te acercan en autobús subiendo otro de los cerros que envuelven el pueblo, hasta ponerte en contacto con el cielo más hermoso que se puede contemplar en este planeta. ¡Por fin veía el cielo austral! Y creedme que no me decepcionó.





Disfruté con la mejor visión que se puede tener de la Vía Láctea, nuestra verdadera casa universal, que no entiende de disputas regionalistas en ninguno de los millones de planetas y estrellas que la componen. Demasiado grande para malgastar el tiempo en esos pequeños asuntos mundanos. Me emocioné contemplando las mayores nebulosas que se pueden ver a simple vista, Las nubes de Magallanes, con un tamaño relativo mayor que el disco de una luna llena. Me sorprendió la hermosura de la constelación de Escorpio, quizás la única en la que no hay que tirar de mucha imaginación para descubrir porqué los griegos le pusieron ese nombre. Ya con el telescopio, descubrí el segundo cumulo globular más masivo de nuestra galaxia, El Cúmulo Tucán, contemplé un cúmulo abierto, y terminamos con la visión en el gran telescopio de la Galaxia de la Tarántula, objeto imposible de ver si no es con estos medios.

Agotado pero feliz, me dormí sintiendo lástima de aquellos que para vivir experiencias alucinógenas recurrieron al LSD, cuando una simple mirada a tu alrededor te puede poner en contacto con la belleza y la paz más absolutas.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Viaje a Concepción. Hacia el epicentro del gran terremoto


Por fin, iba a salir de Santiago. Alquilé un coche pequeño y carretera al Sur, sin plan definido. El alquiler de coche es sensiblemente más caro que en España. La revisión a la entrega es exhaustiva. Te hacen firmar un papel en el que están descritas sobre varias figuras del coche, todas las imperfecciones que tiene el vehículo. Desde microscópicas muescas sin pintura, hasta algún pequeño bollo. Supongo que lo hacen para intimidar y para que cuides el coche. Más adelante entendí por qué.

En Chile no tienen muchos problemas con la señalización en las carreteras. Es fácil, “Al Norte” o “Al Sur” sin carreteras radiales, ni autonómicas, ni provinciales, ni nada de nada.

Una vez en camino, empiezan los descubrimientos. La Panamericana, es una vía de dos carriles por sentido, que no está vallada lo que hace que continuamente crucen personas y animales por ella que le da un plus de peligrosidad. Para que os hagáis una idea, las gallinas picotean el suelo en busca de gusanos a un par de metros de gigantescos camiones articulados que discurren a gran velocidad.
También se pasa algún lugar de nombre singular: Peor es nada. Me quedé con ganas de saber cómo se llaman los que nacen en tan extraño lugar.

Otra de las características del recorrido es la presencia de vendedores ambulantes de todo tipo de productos. Quesos, pan amasado, dulces, naranjas, choclo (maíz) y muchas cosas más. Están por todo el recorrido y en especial en los peajes de la autopista. Pero lo que me intrigaba eran los que agitaban una bolsa de plástico blanca y sostenían un palo del que colgaba una cuerda y unos objetos anudados a ella: cangrejos y camarones de rio. No quise probar ninguno, que no me fio mucho de la fortaleza de mis intestinos.

Durante el trayecto hay que ir abonando distintos peajes ya que toda la carretera es de pago. Un trayecto de 500 kilómetros cuesta cerca de 15 “lucas” (quince mil pesos chilenos, unos 25 euros).

Alrededor de 100 kilómetros de Santiago hacia el sur, está una de las regiones vitivinícolas más famosas de Chile. Durante el trayecto puedes ver los márgenes de la carretera repletos de vides que apenas han echado las primeras hojas. Es una buena ocasión para conocer el valle de Colchagua y Santa Cruz. Yo opté para dejarlo para una ocasión posterior dada su cercanía a Santiago y el mal tiempo que me acompañaba. Mis compañeros chilenos me dijeron que se acordaron mucho de mi, porque a estas alturas del año no suele llover y la temperatura es suave, todo lo contrario de lo que me acompañó casi todo el fin de semana.

Todo el camino se hace entre las dos cordilleras, la del interior y la de la costa, pero a partir de los 200 kilómetros pierdes contacto visual con ellas.

Durante el trayecto conviene estar pendiente de la velocidad, porque hay controles y si sobrepasas ampliamente el límite de velocidad y un radar lo detecta, te pueden impedir seguir conduciendo, con el consiguiente trastorno si vas sólo en el coche, que era mi caso.

Por supuesto que también no puedes probar ni gota de alcohol cuando manejas. Desde hace unos meses se ha instaurado la tolerancia cero y el riesgo de terminar en un calabozo chileno te hace olvidar las delicias del pisco sour y el vino de uva Carmenere.

Después de cuatro horas en las que se puede hacer una media de 90-100 km. a la hora, pendiente eso si de hombre y animales cruzando la vía, comenzó mi primera emoción fuerte. Absorto estaba mirando el paisaje cuando vi que mi depósito de gasolina, de bencina acá, estaba al 30%. Va siendo hora de llenar, me dije. Y según pensaba en ello, desapareció una raya más: depósito al 20%. Hay que espabilar Chema y encontrar una bencinería. Calculaba que tenía para unos cien kilómetros, por lo que no debería tener problemas. ¡Infeliz! Los kilómetros pasaban y de bombas de bencina, nada de nada. En esto que me  salto una. ¡Pero si no estaba anunciada! Y mientras me maldecía, me salté otra que estaba pegada a menos de dos km. ¡Qué forma más rara de competencia! Otra línea menos, 10% del depósito. Acto seguido, venía la desviación para coger la autopista de Itata en dirección a Concepción, y supuse que encontraría alguna. ¡Ja! Quinta velocidad y 80 km/hora. Paisaje maravilloso, bosques y bruma, pero de civilización y personas, nada de nada. Ni casas, ni por su puesto bencinerías.

De pronto veo a tres hombres en medio del monte acarreando leña. Paro y les pregunto. Me dicen que me de media vuelta y vuelva a las que me salté. Llevaba 20 kilómetros recorridos desde ellas con lo que llegaría con el depósito vacío. Después de acordarme de unos cuantos santos y rezar todo lo que recordaba llegué a la gasolinera. Empieza a caer la bencina en el depósito y por el ruido el empleado me dice: Llevaba poco, ¿no? Yo sólo podía sonreír, al haber salvado mi primer y único match-ball de la etapa. Desde el punto en que me di media vuelta, la siguiente bencinería estaba a 50 km., por lo que me habría quedado tirado, sin duda. Estaba a punto de protagonizar en primera persona lo que aquí llaman “la pana del tonto”. Nunca apuréis el depósito por aquí. El haber acuñado esa expresión es claro índice de lo habitual que tiene que ser que les suceda a los extranjeros.

Llegué a Concepción anocheciendo y cansado de tantas emociones. A ver que me depara el día siguiente.

Pues se resume en una palabra: Lluvia. A pesar de que no era ya la época y que no llovía de esta manera desde hacia treinta años, me tocó a mi. Nada de intentar ir a las Termas de Chillán, situadas a más de dos mil metros de altitud tras recorrer una empinada carretera llena de curvas y nieve, con las ruedas de mi coche de alquiler que parecían las del auto de Barbie y Ken.

Concepción es la segunda ciudad de Chile. Apenas quedan monumentos en pie, excepto la bellísima catedral, porque es zona de alto riesgo sísmico. Chile cuenta con el triste honor de tener dos de los diez terremotos más destructivos de la historia clasificados desde que se tienen métodos científicos de medición. Son los puestos primero, Valdivia en  1960, y el séptimo, Concepción en 2010. El primero de 9,4 grados en la escala de magnitud de momento (continuación de la de Richter para grandes terremotos) y Concepción de 8,8 Mw. La ciudad entera de Concepción se desplazó más de tres metros al oeste como consecuencia del sismo. El terremoto de Haití fue de 7,0 Mw, para que os hagáis una idea. La ciudad todavía tiene cicatrices, las calles están en muchos lugares abombadas o socavadas, y se advierten grietas en algunos edificios. Ahora entiendo la revisión exhaustiva del coche, es fácil golpear los bajos o dejarte una rueda por las condiciones de la vía. Pero la gente vive tranquila y feliz sabiendo que la tierra volverá a darles un gran susto en el futuro próximo. No pasa nada, volverán a reconstruir sus ciudades. 

Edificio desplomado como consecuencia de un terremoto

A pesar de todo esto, merece mucho la pena una visita a la ciudad, en donde conviven modernos edificios con casas muy humildes.
Al fin, amaneció radiante y decidí visitar el Pacífico en Playa Blanca, una localidad más al sur. A pesar del sol, el viento era frio, pero el bosque llega hasta muy cerca de la orilla y era hermoso ver cómo las gaviotas jugaban a quitarse los restos de cangrejos muertos que había en la arena.



Aproveché para comer en un chiringuito, donde muy amablemente me pusieron la televisión para que viera el Barsa-Real Madrid. No olvidemos que en el primero juega Alexis Sánchez y ya he escrito sobre cómo viven los chilenos todo lo suyo. Cuando me iba, Cristiano Ronaldo metió el primer gol y con todo el personal del restaurante viendo el partido, no podían entender que un madrileño se fuera sin verlo acabar.



Cuando llegó la noche, el cielo estaba de nuevo cubierto por las nubes y se esfumaba mi deseo de ver la noche estrellada austral.

A la mañana siguiente volvió a amanecer lloviendo y comencé el camino de regreso a Santiago. Como no me iba a pasar lo de la otra vez, eché bencina en un punto intermedio para asegurarme la llegada a mi destino. El coche me lo habían dado con el depósito al 90% y quería devolverlo de igual manera, pero la maldición de la bomba de bencina volvió a actuar. Aunque desde que faltaban cincuenta kilómetros para llegar a Santiago estuve poniendo toda mi atención, no vi ninguna gasolinera, lo que provocó que cuando devolví el coche, el empleado sacó una tabla de coste de reposición de la bencina y me metió un rejón de, fácil, 20 lucas de sobrecoste por no haber rellenado el depósito en el camino.

Cansado, pero contento, llegué al hotel con ganas de volver a la carretera, para ir rellenando el depósito en cuantas bencineras se cruzaran en mi camino.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Sincronicidad doble: Magia en Chile



Cuando empecé a leer sobre Chile una vez que  supe que iba para allí, de las cosas que más me sorprendieron  fue que uno de los  lugares más mágicos del planeta, y que siempre había despertado mi curiosidad, pertenecía a  la república chilena: Isla de Pascua. Si rebusco entre mis recuerdos más antiguos veo a un joven Chema de trece años convaleciente de un catarro, devorando en la cama un libro que provocaría mi posterior pasión por la ciencia ficción.
El libro era el primero que publicaba en 1970 un escritor suizo llamado Erich von Daniken de título “Recuerdos del futuro: enigmas insondables del pretérito”. En él planteaba la hipótesis de que extraterrestres habrían habitado en el pasado en nuestro planeta y serían los responsables de las construcciones más singulares de la antigüedad: las pirámides egipcias, los templos mayas y los moais de la Isla de Pascua. Releer, aunque sea por encima, ese libro treinta y cinco años después, es enternecedor. El libro hoy me parece  disparatado, pero al autor no le salió mal porque ha vendido más de sesenta millones de libros de todas sus obras.

Otro de los lugares mágicos es el valle de Elqui, donde abundan los  grupos esotéricos de muchos tipos, y hay quienes defienden que si los extraterrestres bajan a la tierra algún día lo harán es este lugar. Algo mágico debe tener porque disfruta de los cielos más limpios del planeta para observar las estrellas y eso sin duda te acerca al mistiscismo al poder contemplar con claridad la inmensidad del universo. Prueba de lo que digo es uno mis poemas preferidos “Noche oscura” de San Juan de la Cruz (http://users.ipfw.edu/jehle/poesia/nocheosc.htm), hecho canción, absolutamente deliciosa, por Loreena McKennit (http://www.youtube.com/watch?v=FcVaEA0009Q). Al no haber salido de la capital todavía no he sido capaz de disfrutar con el cielo austral. De lo que no parece que haya mucha duda, es de la afabilidad de los habitantes de la región. Otro punto adicional para querer  conocerlo.

Si os estoy relatando todo esto, antes de visitar esos lugares, que era mi primera intención, es porque no dejan de sucederme cosas curiosas aquí. Cuando así las califico, lo hago desde mi mentalidad de ingeniero, incrédulo y cartesiano, pero en vías muy avanzadas de reconversión intelectual. Me gustaría hablaros de sincronicidad. A pesar de su extraño nombre, es algo que todos conocemos. Son aquellas casualidades que por su rareza te hacen pensar en que hay alguna mano oculta detrás de ellas, por no decir otra cosa. Todos las hemos vivido. El concepto nace de un artículo que publicó en 1952 Carl Gustav Jung “Sincronicidad como principio de conexiones acausales” y leyendo el título se te quitan las ganas de continuar, pero desarrolla toda una teoría sobre estos sucesos. En Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Sincronicidad)  relatan un ejemplo que le pasó al propio Jung: “Una joven paciente soñó, en un momento decisivo de su tratamiento, que le regalaban un escarabajo de oro. Mientras ella me contaba el sueño yo estaba sentado de espaldas a la ventana cerrada. De repente, oí detrás de mí un ruido como si algo golpeara suavemente la ventana. Me di media vuelta y vi fuera un insecto volador que chocaba contra la ventana. Abrí la ventana y lo cacé al vuelo. Era la analogía más próxima a un escarabajo de oro que pueda darse en nuestras latitudes, a saber, un escarabeido (crisomélido), la Cetonia aurata, la «cetonia común», que al parecer, en contra de sus costumbres habituales, se vio en la necesidad de entrar en una habitación oscura precisamente en ese momento. Tengo que decir que no me había ocurrido nada semejante ni antes ni después de aquello, y que el sueño de aquella paciente sigue siendo un caso único en mi experiencia”.

¿Habéis tenido esa sensación alguna vez? Sospecho que si.

Aquí he tenido dos experiencias de este tipo, pero no simples como las del ejemplo, sino ¡dobles! Así he querido llamarlas al estar muy relacionadas entre si. Paso a relatároslas tan brevemente como me permita mi redacción.

-        Primera sincronía doble:

o   Parte primera: El primer día que salgo a pasear por Santiago, casi lo primero que me encuentro es con la Universidad Pontificia Católica de Santiago. Me detengo a ver la fachada y cuando quiero hacer una fotografía al Cristo y aplico el zoom, veo unas palabras escritas en la pared en letras muy grandes: RELIGION Y CIENCIA a un lado de la puerta y LETRAS Y BELLAS ARTES al otro.
      Me gustó especialmente la parte primera en la que se contraponían dos de los mundos más irreconciliables del pensamiento humano. A los pocos días una compañera, al saber mis inquietudes por el mundo del coaching y del conocimiento en general me relata su teoría de los planos humanos que están siempre compitiendo: realidad con espiritualidad. Después de un rato en el que escuche interesado y disfrutando, le dije: “¡Pero eso no es nada nuevo! Lo vi escrito en la pared de la U el otro día”. Cuando le enseñé la foto, me miró con cara de admiración y preguntándose un poco… ¿y éste de dónde ha salido? ¿Cómo yo, que paso todos los días por delante, no lo había visto?, debió pensar. Al día siguiente me prestó un libro muy interesante.

o   Parte segunda: El día de mi cumpleaños me felicita una amiga, no sólo de facebook (fb) sino antigua compañera de trabajo con la que tengo relación amable, pero escasa. Exactamente a los dos días, comparte en fb un relato que yo había leído esa misma mañana, contado de forma distinta pero con el mismo mensaje, antes de ir a trabajar:

"Todo juicio, incluso del presente, está teñido por el estado de ánimo en el que nos encontramos en el instante en el que hacemos la evaluación. Esto se puede ver con el siguiente cuento: A un samurái la estaban yendo muy mal con sus cosas y decidió visitar a un sabio para preguntarle qué hacer. Éste le dijo: “No te preocupes, esto va a pasar. Al tiempo, el samurái volvió a la casa del sabio para agradecerle sus consejos y le relató lo bien que le estaba yendo. El sabio, luego de escucharlo tan feliz, le advirtió: “Esto también va a pasar”.

No tendría doble sincronicidad si no fuera porque el libro donde leí la historia, era el que me había dejado la protagonista de la parte primera, aquí en Chile.

-        Segunda sincronía doble:

o   Parte primera: tiempo atrás había solicitado mi contacto por fb alguien de Argentina que tenía mi mismo segundo apellido, que no es nada corriente. Indagué un poco el perfil y como no lo vi claro lo dejé. Estando aquí, con el tiempo libre que tengo, revisé la petición y acepté su solicitud de amistad. Después de intercambiar información, descubrí que su abuelo y mi bisabuelo eran hermanos.

o   Parte segunda: con intención de tener compañía en los viajes que me gustaría hacer por esta hermosa tierra, me apunté en un grupo de fb de gente española en Chile. Estuve mirando en qué consistía, y en una de las entradas, un grupo de asturianos compartían información. Aquí hay mercado de trabajo, que no necesariamente trabajo, en especial para ramas técnicas. Había una entrada de una joven de Oviedo que había estudiado ADE y que preguntaba si alguien sabía de algo relacionado con lo suyo. Como es el área en la que puedo echar una mano, y aquí todos nos sentimos más solidarios, me ofrecí a mover su CV por aquí. Cuando lo mandó, vi que no era de Oviedo sino de donde había nacido mi padre. Le comenté bromeando que a lo mejor éramos familia, y ella replicó que era muy difícil porque en realidad su familia asturiana provenía de uno de los padres que tampoco había nacido en esa gran ciudad. Seguimos investigando y, al final,  su madre y mi bisabuela habían nacido en la misma casa de una aldea: el apellido común era sanguíneo. He de confesar que me sentí mal, porque todo parecía preparado como en una especie de “El silencio de los corderos” en plan chileno, con un sicópata en la cincuentena intentado contactar con la tierna joven con la mitad de años y en un país extraño. Ella, muy amable, después de requerir más información, lógicamente, me explicó que la circunstancia era tan especial que había dudado de mí. La entendí porque yo mismo empecé a pensar si un mes sólo en Santiago me había trastornado. Por hacer número gordo, cuatro parejas de bisabuelos, si todos  tienen 5 hijos y a su vez, sus hijo se casan todos, y a su vez tienen cinco hijos cada uno, podemos hablar de un colectivo de entre 500 y 2.500 seres humanos con los cuales comparto bisabuelo y en la tierra habitan alrededor de 7.000 millones de personas vale que no es un cálculo de probabilidades directo, pero…Además, que coincidan dos en este tiempo tan corto…

Aquí comparto estas historias con vosotros. Me apetece no opinar. Algunos de los protagonistas, son lectores del blog, y no he dado más datos para preservar su intimidad.

Todo lo que os he contado ha sucedido en cuatro semanas. Yo estoy convencido que esta tierra es mágica. Y vosotros… ¿qué opináis? Me encantaría que comentarais vuestras experiencias de sincronicidad en el blog.

Si alguien quiere bajarse de este blog porque le parezca demasiado emocionante, que lo haga ahora. Quizás luego sea tarde J .

P.D. Dedicado a N. y a E. protagonistas de la segunda historia, que para encontrarlas tuve que recorrer medio mundo, cuando en realidad las tenía muy cerca, en lo virtual o en lo físico.

domingo, 23 de septiembre de 2012

¡Que Dios bendiga a Napoleón Bonaparte!


Otra de las facetas que más me gustan de los chilenos es su sentido del humor. El otro día conversábamos sobre el papel de la mujer en la sociedad española y salió el que desempeñó en el ejército español Agustina de Aragón. Una persona de las que estaba escuchando comentó con ironía: ¡Bendito Napoleón! En un primer momento me quedé un tanto descolocado toda vez que estábamos hablando de una guerra en la que murieron  centenares de miles de españoles, pero rápidamente me di cuenta del razonamiento.
Uno de los detonantes de la independencia de Chile fue precisamente la Guerra de Independencia española contra los franceses. Una buena parte del imperio americano, por no decir la totalidad, se independizó en el período de que va de 1810 a 1814, de manera que más allá de 1826 apenas quedaron como colonias Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico. Esta es una buena forma de verificar cómo una noticia terriblemente negativa, se ve por otro observador como una auténtica liberación. Con motivo de ello celebran este 18 de septiembre las Fiestas Patrias en la que se conmemora la primera junta nacional de gobierno de Chile, que en realidad fue una forma de mantener la soberanía de Fernando VII mientras permanecía encarcelado por los Bonaparte. Pero le cogieron el gustillo y ese comienzo se convirtió en el germen del nacimiento de la nación chilena.


Me encanta como viven la identidad patria los chilenos. Celebraron hace un par de años los doscientos de independencia del reino de España, y me dicen que eso ha contribuido a una identidad más fuerte como nación. Otros acontecimientos que pueden contribuir a ello  en los últimos veinte años son el regreso de la democracia, el accidente subterráneo de los mineros chilenos, la pujanza económica, no lo se, no tengo conocimiento para dar una opinión, lo dejo ahí. Desde que estoy aquí si he conocido a través de la televisión protestas de los indígenas mapuches por su independencia y por el trato que les dan los carabineros en sus zonas de origen, pero no tengo una idea formada sobre el asunto.
Sin muchas complicaciones los chilenos se dedican estos días a comer carne, por supuesto, en múltiples variedades todas deliciosas: desde el humilde choripán (que acertaréis imaginando en qué consiste), al sabroso anticucho (similar a nuestros pinchos morunos) o un lomo a lo pobre, cordero al palo, empanadas (deliciosas, me recuerdan a las que hacía mi abuela asturiana) y tantas otras cosas integrantes del paraíso del carnívoro.
En todo ello no puede faltar la bandera nacional. Presente por todas partes. Hoy me he enterado que es obligatorio presentarla en las viviendas en esta fecha: si es un bloque de viviendas, una para todos. Si vivienda individual, una cada una. Es el primer año que aplica esta ley y se duda mucho de que los carabineros se dediquen este día a poner multas por este tema. Pero se advierte que, a pesar de la obligación, el sentimiento patrio está presente. Si hablas con un chileno y le transmites lo que te gusta del país, se le ilumina la cara, lo vive, le gusta y lo agradece.
Sólo hay que ir a donde se celebran estas fiestas. Se enorgullecen de todo lo que tienen. Su escudo, su bandera, su flor nacional el copihue, sus caballos de pura raza chilena, sus asados, en fin todo lo que entienden que representa al país.


El comentario anterior no quiere decir que este sea un país idílico, porque al día siguiente  del fin de las Fiestas Patrias los políticos andan a la greña como en todas partes y discuten sin parar. Chile tiene un 5% de tasa de paro y crece a esa misma ratio y  su proporción de endeudamiento sobre PIB es del ¡7,5%! El país necesita duplicar de ahora al 2020 su producción de energía eléctrica y las trabas de la legislación medioambiental lo va a hacer extremadamente difícil. Depende en exceso de los hidrocarburos y el alto tribunal acaba de parar el proyecto de una gran central de producción hidroeléctrica. ¿Progreso o ecología? ¿Son compatibles? Me asustan mucho los resultados de las estadísticas de las temperaturas que se publican al final del verano boreal. Esto lo dice alguien que siente que ha pagado un precio muy alto por el progreso pero que cree que no se puede detener el afán del hombre por crecer, pero que a la vez está convencido que podemos y tenemos la obligación de hacerlo al menor coste para el planeta, que es sinónimo egoista de decir, para nosotros y nuestros hijos.



Pantano de Riaño, León, España. Aprovechamiento energético y regadío. Sirvió también para obligar a emigrar a miles de habitantes de los pueblos inundados. Bajo esas aguas descansan mis antepasados y muchos recuerdos.
P.D. Esta entrada va dedicada a mi sobrina Aitana que nació el 18 de septiembre de 2012 mientras su tío estaba en el otro extremo del planeta, con el profundo deseo que le pueda decir a sus nietos que les deja el planeta mejor que cuando lo recibió.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Y tu, ¿pides o exiges? Barrios de Bellavista y Lastarria


El segundo día en Santiago, opté por hacer un recorrido por los barrios de Bellavista y Bellas Artes.


Bellavista está enclavado al pie del cerro San Cristóbal, el pulmón vegetal de Santiago, que no puede luchar con el valle encajonado en el que habita ni con los millones de coches que compiten contra él.


Aquí me vuelve la duda sobre la decadencia de ciertas zonas de la ciudad. Este barrio, ahora mismo, es la zona de marcha, de carrete, como decimos aquí, lo que no impide que haya una gran cantidad de chalecitos testigos de tiempos mejores. Con afán de ir recuperando la zona se ha arreglado un antiguo edificio, antiguo dormitorio comunal de trabajadores, emplazando en él tiendas y restaurantes, que dan aire de privilegio a los que los disfrutan. Prefiero la zona exterior con churrasquerías, hamburgueserías y bares de copa típicos del país. Después de peinar la zona, había reservado en el restaurante “Azul profundo” del que me habían dado muy buenas referencias, para comer pescado. El sitio es pequeño y coqueto, sin grandes comodidades, pero la cocina y el servicio con espectaculares.


La ventaja de viajar solo es que te permite estar pendiente de detalles que de otra forma te perderías. Los compañeros involuntarios de esta comida fueron una pareja en una mesa, y una familia de adultos en otra. Respecto de la pareja, jamás entenderé porque el ser humano se empeña en dar las malas noticias en sitios maravillosos, comiendo divinamente, pero en medio de un montón de gente, teniendo que hacer esfuerzos ímprobos por llorar de una manera digna. Apenas había tomado asiento y estaba empezando a leer la carta de suculentos platos, escuché la conversación del grupo que tenía a mi vera. Una joven ponía en común con sus padres el punto de vista de Humberto Maturana en relación con las protestas que estaban llevando a cabo los estudiantes en los últimos años. ¿Maturana? Si es que estoy medio sordo, pensé. No puede ser que el primer día que salgo a comer en Santiago me encuentre con él. Maturana es un ser humano especial. Inspirador del coaching ontológico de Rafael Echeverría, su voz joven de ochenta y dos años y sus ideas más, siguen siendo faro para algunos de nosotros. Los estudiantes chilenos están demandando un cambio en la educación que a la fecha de hoy es un bien, que no un derecho, muy caro, ya sea la pública o la privada. Pero hay que poner en contexto de historia reciente la protesta. Desde que se reinstauró la democracia en Chile ha gobernado durante veinte años una coalición que aglutinaba la izquierda política hasta que hace dos ganó las elecciones la Coalición por el Cambio de centroderecha. La izquierda durante esos veinte años apenas cambió el marco jurídico para mejorar la financiación de la educación, pero las protestas de los estudiantes puede convertirse en ariete del cambio en las próximas elecciones en las que es más que probable que se presente de nuevo, la expresidenta Michelle Bachelet. Esto me recuerda poderosamente los tiempos que estamos viviendo en España.
Prefiero quedarme con el pensamiento de Maturana y si no, os invito al ejercicio que hace al reflexionar sobre este conflicto y al presentarnos una distinción lingüística fundamental en nuestros días: pedir o exigir. Volveremos a hablar de las distinciones lingüísticas más en profundidad en una entrada posterior.

Decidí centrarme en aspectos más mundanos y di buena cuenta de un caldillo de congrio y un atún de la isla de pascua glaseado, con miel, salsa de soja, vino blanco y sésamo.


Por cierto, el caldillo de congrio tiene el privilegio de tener una oda compuesta por un premio Nobel, Pablo Neruda:

En el mar
tormentoso
de Chile
vive el rosado congrio,
gigante anguila
de nevada carne.
Y en las ollas
chilenas,
en la costa,
nació el caldillo
grávido y suculento,
provechoso.
Lleven a la cocina
el congrio desollado,
su piel manchada cede
como un guante
y al descubierto queda
entonces
el racimo del mar,
el congrio tierno
reluce
ya desnudo,
preparado
para nuestro apetito.
Ahora
recoges
ajos,
acaricia primero
ese marfil
precioso,
huele
su fragancia iracunda,
entonces
deja el ajo picado
caer con la cebolla
y el tomate
hasta que la cebolla
tenga color de oro.
Mientras tanto
se cuecen
con el vapor
los regios
camarones marinos
y cuando ya llegaron
a su punto,
cuando cuajó el sabor
en una salsa
formada por el jugo
del océano
y por el agua clara
que desprendió la luz de la cebolla,
entonces
que entre el congrio
y se sumerja en gloria,
que en la olla
se aceite,
se contraiga y se impregne.
Ya sólo es necesario
dejar en el manjar
caer la crema
como una rosa espesa,
y al fuego
lentamente
entregar el tesoro
hasta que en el caldillo
se calienten
las esencias de Chile,
y a la mesa
lleguen recién casados
los sabores
del mar y de la tierra
para que en ese plato
tú conozcas el cielo.

Desde que leí este poema, ya estaba esperando el momento de probarlo. Como veis es fácil de cocinar y con la suficiente cantidad de congrio, patatas y camarones (gamba gorda) es un magnífico plato único para los fríos días de otoño a los que os encamináis.

Después de comer, crucé de vuelta el río Mapocho


que atraviesa la ciudad y me adentré en el Barrio de Bellas Artes, donde se enclava el museo y el parque del mismo nombre, lugar a esas horas de multitud de jóvenes y no tan jóvenes, que se emplean a fondo a las actividades habituales que se practican en ellos. A pesar de que todavía estamos en invierno, la temperatura a mediodía ronda los veinte grados y muchos se dedican a esa tarea tan española de echarse la siesta, que visto lo visto, se podría decir que también es bastante chilena.


Por último visité el mercadillo de libros usados que se instala en alguna de las calles del barrio Lastarría. Este barrio se merece una entrada completa.
No deja de fascinarme la relación de los chilenos con los libros. No entendía cómo hay tantos mercadillos de libros usados hasta que fui a comprar uno nuevo: son muy caros. Me dijeron que tienen unos impuestos muy elevados. En mi fuero interno sentí una envidia sana. En nuestro país, los impuestos elevados, los ponen mayoritariamente al tabaco, al alcohol y la gasolina, artículos de los que no podemos prescindir. En Chile se lo ponen a los libros. ¡País! Que diría Forges.
Como cierre, no os perdáis en una imagen tomada al azar, los libros que se venden en el mercadillo: "La lucha del partido bolchevique contra el trostkismo" convive con "Itinerario del marxismo a Cristo", "El primer hombre" de Camus y, por supuesto, "Ontología del lenguaje" de Rafael Echeverría.



País fascinante lleno de gente maravillosa. ¿Se puede pedir más?