Por fin, iba a salir de Santiago. Alquilé un coche
pequeño y carretera al Sur, sin plan definido. El alquiler de coche es
sensiblemente más caro que en España. La revisión a la entrega es exhaustiva.
Te hacen firmar un papel en el que están descritas sobre varias figuras del
coche, todas las imperfecciones que tiene el vehículo. Desde microscópicas
muescas sin pintura, hasta algún pequeño bollo. Supongo que lo hacen para
intimidar y para que cuides el coche. Más adelante entendí por qué.
En Chile no tienen muchos problemas con la
señalización en las carreteras. Es fácil, “Al Norte” o “Al Sur” sin carreteras
radiales, ni autonómicas, ni provinciales, ni nada de nada.
Una vez en camino, empiezan los descubrimientos. La
Panamericana, es una vía de dos carriles por sentido, que no está vallada lo
que hace que continuamente crucen personas y animales por ella que le da un
plus de peligrosidad. Para que os hagáis una idea, las gallinas picotean el
suelo en busca de gusanos a un par de metros de gigantescos camiones articulados
que discurren a gran velocidad.
También se pasa algún lugar de nombre singular: Peor es nada. Me quedé con ganas de saber cómo se llaman los que nacen en tan extraño lugar.
Otra de las características del recorrido es la
presencia de vendedores ambulantes de todo tipo de productos. Quesos, pan amasado,
dulces, naranjas, choclo (maíz) y muchas cosas más. Están por todo el recorrido
y en especial en los peajes de la autopista. Pero lo que me intrigaba eran los
que agitaban una bolsa de plástico blanca y sostenían un palo del que colgaba
una cuerda y unos objetos anudados a ella: cangrejos y camarones de rio. No
quise probar ninguno, que no me fio mucho de la fortaleza de mis intestinos.
Durante el trayecto hay que ir abonando distintos
peajes ya que toda la carretera es de pago. Un trayecto de 500 kilómetros
cuesta cerca de 15 “lucas” (quince mil pesos chilenos, unos 25 euros).
Alrededor de 100 kilómetros de Santiago hacia el sur,
está una de las regiones vitivinícolas más famosas de Chile. Durante el
trayecto puedes ver los márgenes de la carretera repletos de vides que apenas
han echado las primeras hojas. Es una buena ocasión para conocer el valle de Colchagua
y Santa Cruz. Yo opté para dejarlo para una ocasión posterior dada su cercanía
a Santiago y el mal tiempo que me acompañaba. Mis compañeros chilenos me
dijeron que se acordaron mucho de mi, porque a estas alturas del año no suele
llover y la temperatura es suave, todo lo contrario de lo que me acompañó casi
todo el fin de semana.
Todo el camino se hace entre las dos cordilleras, la
del interior y la de la costa, pero a partir de los 200 kilómetros pierdes
contacto visual con ellas.
Durante el trayecto conviene estar pendiente de la
velocidad, porque hay controles y si sobrepasas ampliamente el límite de
velocidad y un radar lo detecta, te pueden impedir seguir conduciendo, con el
consiguiente trastorno si vas sólo en el coche, que era mi caso.
Por supuesto que también no puedes probar ni gota de
alcohol cuando manejas. Desde hace unos meses se ha instaurado la tolerancia
cero y el riesgo de terminar en un calabozo chileno te hace olvidar las
delicias del pisco sour y el vino de uva
Carmenere.
Después de cuatro horas en las que se puede hacer una
media de 90-100 km. a la hora, pendiente eso si de hombre y animales cruzando
la vía, comenzó mi primera emoción fuerte. Absorto estaba mirando el paisaje
cuando vi que mi depósito de gasolina, de bencina acá, estaba al 30%. Va siendo
hora de llenar, me dije. Y según pensaba en ello, desapareció una raya más:
depósito al 20%. Hay que espabilar Chema y encontrar una bencinería. Calculaba
que tenía para unos cien kilómetros, por lo que no debería tener problemas. ¡Infeliz!
Los kilómetros pasaban y de bombas de bencina, nada de nada. En esto que
me salto una. ¡Pero si no estaba
anunciada! Y mientras me maldecía, me salté otra que estaba pegada a menos de
dos km. ¡Qué forma más rara de competencia! Otra línea menos, 10% del depósito.
Acto seguido, venía la desviación para coger la autopista de Itata en dirección
a Concepción, y supuse que encontraría alguna. ¡Ja! Quinta velocidad y 80
km/hora. Paisaje maravilloso, bosques y bruma, pero de civilización y personas,
nada de nada. Ni casas, ni por su puesto bencinerías.
De pronto veo a tres hombres en medio del monte
acarreando leña. Paro y les pregunto. Me dicen que me de media vuelta y vuelva
a las que me salté. Llevaba 20 kilómetros recorridos desde ellas con lo que llegaría
con el depósito vacío. Después de acordarme de unos cuantos santos y rezar todo
lo que recordaba llegué a la gasolinera. Empieza a caer la bencina en el
depósito y por el ruido el empleado me dice: Llevaba poco, ¿no? Yo sólo podía sonreír,
al haber salvado mi primer y único match-ball de la etapa. Desde el punto en
que me di media vuelta, la siguiente bencinería estaba a 50 km., por lo que me
habría quedado tirado, sin duda. Estaba a punto de protagonizar en primera
persona lo que aquí llaman “la pana del tonto”. Nunca apuréis el depósito por
aquí. El haber acuñado esa expresión es claro índice de lo habitual que tiene
que ser que les suceda a los extranjeros.
Llegué a Concepción anocheciendo y cansado de tantas emociones.
A ver que me depara el día siguiente.
Pues se resume en una palabra: Lluvia. A pesar de que
no era ya la época y que no llovía de esta manera desde hacia
treinta años, me tocó a mi. Nada de intentar ir a las Termas de Chillán, situadas
a más de dos mil metros de altitud tras recorrer una empinada carretera llena
de curvas y nieve, con las ruedas de mi coche de alquiler que parecían las del
auto de Barbie y Ken.
Concepción es la segunda ciudad de Chile. Apenas
quedan monumentos en pie, excepto la bellísima catedral, porque es zona de alto
riesgo sísmico. Chile cuenta con el triste honor de tener dos de los diez
terremotos más destructivos de la historia clasificados desde que se tienen
métodos científicos de medición. Son los puestos primero, Valdivia en 1960, y el séptimo, Concepción en 2010. El
primero de 9,4 grados en la escala de magnitud de momento (continuación de la
de Richter para grandes terremotos) y Concepción de 8,8 Mw. La ciudad entera de
Concepción se desplazó más de tres metros al oeste como consecuencia del sismo.
El terremoto de Haití fue de 7,0 Mw, para que os hagáis una idea. La ciudad
todavía tiene cicatrices, las calles están en muchos lugares abombadas o
socavadas, y se advierten grietas en algunos edificios. Ahora entiendo la
revisión exhaustiva del coche, es fácil golpear los bajos o dejarte una rueda
por las condiciones de la vía. Pero la gente vive tranquila y feliz sabiendo
que la tierra volverá a darles un gran susto en el futuro próximo. No pasa
nada, volverán a reconstruir sus ciudades.
Edificio desplomado como consecuencia de un terremoto
A pesar de todo esto, merece mucho la pena una visita a la
ciudad, en donde conviven modernos edificios con casas muy humildes.
Al fin, amaneció radiante y decidí visitar el
Pacífico en Playa Blanca, una localidad más al sur. A pesar del sol, el viento
era frio, pero el bosque llega hasta muy cerca de la orilla y era hermoso ver
cómo las gaviotas jugaban a quitarse los restos de cangrejos muertos que había
en la arena. Aproveché para comer en un chiringuito, donde muy amablemente me pusieron la televisión para que viera el Barsa-Real Madrid. No olvidemos que en el primero juega Alexis Sánchez y ya he escrito sobre cómo viven los chilenos todo lo suyo. Cuando me iba, Cristiano Ronaldo metió el primer gol y con todo el personal del restaurante viendo el partido, no podían entender que un madrileño se fuera sin verlo acabar.
Cuando llegó la noche, el cielo estaba de nuevo cubierto por las nubes y se esfumaba mi deseo de ver la noche estrellada austral.
A la mañana siguiente volvió a amanecer lloviendo y
comencé el camino de regreso a Santiago. Como no me iba a pasar lo de la otra
vez, eché bencina en un punto intermedio para asegurarme la llegada a mi
destino. El coche me lo habían dado con el depósito al 90% y quería devolverlo
de igual manera, pero la maldición de la bomba de bencina volvió a actuar.
Aunque desde que faltaban cincuenta kilómetros para llegar a Santiago estuve
poniendo toda mi atención, no vi ninguna gasolinera, lo que provocó que cuando
devolví el coche, el empleado sacó una tabla de coste de reposición de la
bencina y me metió un rejón de, fácil, 20 lucas de sobrecoste por no haber
rellenado el depósito en el camino.
Cansado, pero contento, llegué al hotel con ganas de
volver a la carretera, para ir rellenando el depósito en cuantas bencineras se
cruzaran en mi camino.
¿Eres consciente de qué estas empezando a usar extranjerismos? Acá, manejar :)
ResponderEliminarLo se y lo hago a propósito. Es una forma de acercarme más a la realidad que estoy viviendo. Gracias por tus comentarios. Besos.
EliminarHola!! Soy una sevillana que estudia enfermería, me han dado una beca para estudiar en Chile, y me dan a elegir entre Santiago y Concepción, cual me recomiendas?? Voy de agosto a Febrero pero en enero y febrero tengo pensado viajar por sudamérica. Gracias de antemano.
ResponderEliminarHola María! Para 5 meses yo elegiría Santiago. Es más caro, perderás mucho tiempo en desplazamientos, pero es la capital y tiene muchas cosas que ver y que vivir. Concepción es mucho más pequeña aunque tiene más ambiente universitario que Santiago en proporción. La vida te sería más cómoda y barata. En fin, decide por la parte profesional y qué universidad te ofrece una alternativa más interesante. En cualquiera de los dos lugares te irá bien. Mucha suerte y que lo disfrutes.
Eliminar