Cuando escribo estas líneas, estoy en el avión que me
lleva de regreso a España, a mi tierra. Extrañamente en vez de tomar el camino
más corto, se aleja hacia la costa chilena y sobrevuela el Pacífico como
intentando que me despida del océano y me permite fotografiar la piscina más
grande del mundo, de un kilómetro de longitud.
Algarrobo. A la izquierda se puede ver las piscina más grande del mundo
Pero en realidad, mi mente está ahora en el Sur y en
el viaje que realicé a conocer La Patagonia. Debe su nombre esta región a la de
sus pobladores primitivos, llamados patagones por su estatura y sus grandes
pies.
En vuelo nocturno aterricé en Punta Arenas, después de
tres horas y media de viaje desde Santiago. Es la capital de la provincia de
Última Esperanza, nombre que la leyenda atribuye a un explorador en su último
intento de encontrarla la salida del Estrecho de Magallanes y sus laberínticos
canales. La ciudad se asoma a él y se divisa la vecina isla de Tierra del
Fuego. Es un lugar de tranquilas aguas que ahorra el paso por el Cabo de Hornos
y sus temibles tormentas.
Aunque el agua es relativamente calma en el estrecho, el viento castiga toda la provincia y es raro el día en que no arrecia. Si viajáis allí, contad con que los aviones sólo pueden despegar si el viento es inferior a 115 kilómetros por hora y esa circunstancia puede trastocar algún plan de enlaces aéreos.
Puerto Natales
Aunque el agua es relativamente calma en el estrecho, el viento castiga toda la provincia y es raro el día en que no arrecia. Si viajáis allí, contad con que los aviones sólo pueden despegar si el viento es inferior a 115 kilómetros por hora y esa circunstancia puede trastocar algún plan de enlaces aéreos.
Sin dormir, pero con infinitas ganas de empezar la
aventura, salí en autobús con destino a Puerto Natales, una pequeña ciudad a
250 km. al norte de Punta Arenas y que sirve como base para conocer el Campo de
Hielo Sur, la tercera reserva de agua dulce del planeta, después de la
Antártida y Groenlandia. Antaño puerto referente del paso al Pacífico desde
Europa, la construcción del Canal de Panamá lo sumió en una depresión que sólo
mitigan ahora las explotaciones petrolíferas, la ganadería y la actividad turística.
Al contemplar los paisajes de esta tierra Charles
Darwin escribió: “Al evocar imágenes del pasado, frecuentemente cruzan ante mis
ojos las planicies de la Patagonia. Entonces, ¿por qué esas áridas extensiones
se han aferrado a mi memoria con tanta firmeza?”.
Laguna Amarga
Valle del Francés
Hoy mi destino era el Parque Nacional Torres del Paine,
la foto que se convirtió en portada de este blog. Ya según se acerca uno a
Puerto Natales, se empieza a intuir la inmensa belleza de las montañas que lo
circundan. Se las divisa allá a lo lejos entre el laberinto de fiordos y canales
que forman el paisaje.
El recorrido de aproximación al parque comienza en el lago Sarmiento, uno de los que nos iremos encontrando a lo largo del recorrido, cada cual con un color más increíble.
Cuernos del Paine
El recorrido de aproximación al parque comienza en el lago Sarmiento, uno de los que nos iremos encontrando a lo largo del recorrido, cada cual con un color más increíble.
En Laguna Amarga, descubro otras gamas de azules, y me
sorprende ver a los guanacos y los flamencos conviviendo en un lugar tan
inhóspito como paradisiaco.
Contemplar el macizo del Paine de cerca es una visión
emocionante. Desde la altura a la que lo miras, se yerguen 2.500 metros de desnivel
de montañas agrestes de colores imposibles que nunca había conocido.
Para mis amigos de Riaño, desde el pueblo al Yordas, hay 1.000 metros de desnivel, y lo otro más impresionante que había visto, en Ordesa, la diferencia de cotas entre la llanura y los picos circundantes, a duras penas alcanza los 1.500 metros. No alcanzo a juntar palabras para describir la emoción que sentí. Paraíso de montañeros y escaladores, me debo a mi mismo el hacer algún día el recorrido de la “W” durante una semana, para conocer realmente este lugar.
Para mis amigos de Riaño, desde el pueblo al Yordas, hay 1.000 metros de desnivel, y lo otro más impresionante que había visto, en Ordesa, la diferencia de cotas entre la llanura y los picos circundantes, a duras penas alcanza los 1.500 metros. No alcanzo a juntar palabras para describir la emoción que sentí. Paraíso de montañeros y escaladores, me debo a mi mismo el hacer algún día el recorrido de la “W” durante una semana, para conocer realmente este lugar.
El recorrido termina en el lago Grey, desembocadura
del glaciar del mismo nombre y que está salpicado de bloques de hielo
desprendidos de su lengua a modo de gigantes piedras heladas de un gin-tonic servido
para los titanes que reinan aquí.