Puerto Natales

Puerto Natales

domingo, 28 de abril de 2013

Encontrando otra forma de mirar en Chile




Don Quijote y un caracol en la cumbre del Perito Moreno, Argentina


En los meses que viví en Chile, me pasaron cosas sorprendentes. Una de ellas la relaté en una entrada anterior y tenía que ver con las casualidades extremas (http://elviajedechemaenchile.blogspot.com.es/2012_09_29_archive.html).

Otra fue la cantidad de formas aleatorias de la naturaleza que, como por arte de magia, se convertían en figuras con significado. Ambas circunstancias no me habían sucedido casi nunca y menos con la frecuencia con que las viví allí.

Formas fantasmagóricas en los fiordos patagónicos



Reflexionando sobre el tema, creo tener una explicación: todo depende de los ojos con que mires. Dicho así es una perogrullada, pero intentaré clarificarlo.

Normalmente, cuando vamos por la vida observamos a nuestro alrededor con una mirada relajada, estamos acostumbrados a lo que vemos y todo nos resulta familiar y cercano. Por decirlo de alguna manera, vamos con el piloto automático puesto. Pero en determinadas circunstancias nuestra visión cambia. En situaciones de peligro, todos nuestros sentidos se multiplican y podemos advertir cosas que de otra manera nos serían invisibles.

Eso sucede también cuando vamos de viaje. Un entorno nuevo, desconocido, pone en alerta nuestra percepción de la realidad y descubrimos lo que antes nos estaba negado. 

Gritos silenciosos en el Valle de la Luna, Atacama



En coaching trabajamos para conseguir un cambio de observador, ampliar el campo de visión para descubrir algo que tenemos delante y que somos incapaces de percibir con las gafas que en ese momento llevamos puestas.

En mi ha ayudado mi afición por la astronomía, ciencia en la que cuando enfocas el ocular de un telescopio, tienes que tener conocimientos que te ayuden a ver lo que a lo mejor miras pero que sólo apreciarás si consigues relacionarlo con los objetos que tienes en el campo visual. 

Pelea de nubes, cielo de Chile



Os pongo un ejemplo. Cuando estudié programación neurolingüística (PNL), descubrí que yo era predominantemente auditivo, e inconscientemente daba prioridad a lo que recibía a través de ese sentido.

Un día de finales de verano en Madrid, con las ventanas abiertas escuché un ruido que no podía identificar. Me asomé a la terraza y descubrí el origen. Era un pájaro que emitía un sonido desconocido para mí. Fui a por unos prismáticos y tras unas sesiones de observación descubrí qué era: uno de los pocos halcones peregrino que sobreviven en Madrid. Desde ese momento, muchas noches me asomaba a la terraza para contemplar donde dormía, en el alfeizar de una ventana de un edificio de 12 plantas en el centro de la ciudad, donde se refugiaba por la noche, hasta que las primeras luces del alba le despertaban y comenzaba su jornada. Después descubrí a su pareja y a sus polluelos aprendiendo a volar. 

Halcón peregrino en el edificio de Hacienda, Madrid


Cuando llegué a Santiago, una mañana escuché un sonido que me resultó muy familiar. Me acerqué a la cristalera de mi habitación de una planta 22 y estuve escrudiñando los alrededores. No tardó mucho en descubrirse. Era un halcón que vivía por la zona y que compartía con su pareja los sucios cielos de la ciudad. Algunos de los millones de habitantes de la capital no saben que conviven con estos hermosos pájaros. Desde ese momento, me sentí más acompañado en la ajena e inmensa ciudad que me cobijaba.

Halcón en Plaza Italia, Santiago de Chile



La disposición interior para ver otras realidades está dentro de nosotros mismos. Pero hay que querer. Hay que hacer porque ese milagro se produzca.

Cuando viví en Chile, mi mirada se alteró de forma no buscada, y me permitió ver formas imposibles en un glaciar, duelo de perros en las rocas de una mina de sal o fantasmas en las cascadas de  los fiordos patagónicos. La magia está ahí, sólo hay que querer encontrarla.
Se le atribuye a Leonardo da Vinci el siguiente pensamiento: "la mayoría de la gente mira sin ver, oye sin escuchar, toca sin sentir, come sin saborear, se mueve sin saber lo que hace, respira sin percibir los aromas y habla sin pensar". 

Te invito a un experimento. Sal a la calle e intenta mirar con otros ojos, los del cuerpo y los del alma. Descubre detalles, hazte preguntas sobre lo que no conoces, háblate sobre lo que ves. 

Manos entrelazadas, Glaciar Perito Moreno, Argentina



Pero también mira a las personas. Mira a los ojos de ese vecino al que tienes manía y que nunca te saluda y dale los buenos días con amor, con compasión. Intenta imaginar por qué siempre tiene esa mirada desagradable, que a lo mejor sólo es de tristeza por lo mal que lo está pasando, por lo mal que lo ha pasado toda su vida hasta donde alcanza su memoria.

Y si tienes valor y quieres llevar el experimento hasta el final, mira hacia dentro de ti. Y pronuncia las tres preguntas mágicas: ¿Qué quiero? ¿Qué necesito? Y una vez respondidas esas dos, queda la más importante, ¿qué voy a hacer para conseguirlo?

Quizás este pequeño experimento te abra puertas hasta ahora cerradas a cal y canto. No olvides que sólo tu tiene la llave que encaja a la perfección en la cerradura.

Si alguien quiere probar la experiencia, me gustaría que lo compartiera con los que nos dejamos caer por aquí.

Algún sabio, cuyo nombre desconozco, reflexionó y dijo, más o menos:

“Si tú y yo tenemos una manzana cada uno y las intercambiamos, después ambos tendremos una manzana. Pero si los dos tenemos una idea y las compartimos, después cada uno tendrá dos ideas”.

¿Alguien se atreve a ser el segundo en compartir?

No hay comentarios:

Publicar un comentario